Declaratoria No. 19: Los gatos bajo la lluvia.
¿Sabes Gato? Tus dientes dejaron huella.
Corazón alado, liberado, volador, libre, maravillado, asombrado, singular, extraordinario, sorprendente, portentoso, vibrante, radiante, soñador, soñado, arrojado, valiente, sincero, animado, áureo, curioso, feliz.
Corazón ardiente, ígneo, encendido, intenso, apasionado, vital, trascendente, capital, tórrido, candente, cálido, carmesí, bondadoso, desbordado, enérgico, poderoso, férreo, fortalecido, abrazado, humano, completo, feliz.
Todas las puertas llevan a un lugar. Una campana sirve para llamar. ¿A quién llama la campana de una puerta frente el mar? ¿A una embarcación? ¿A mí? ¿A ti? El viento golpea. Las olas se alentan. Pausan. Una figura surge de las aguas, de entre las moléculas del líquido sedimentado, del recuerdo límpido.
La campana resuena. Trae un sonido a metal oxidado, profundo, como castañuelas muertas. También trae consigo un olor a sal, a brisa de la profundidad del mundo. Las olas reanudan, retoman el vaivén.
La campana resuena. Involucra fuerza, vigor, esperanza, alegría, presencia de una fuerza mística y arrebatadora que penetra hasta mis entrañas. Es pura felicidad, pura víscera, puro amor. Eres tú.
La coma con su poder perverso se mantiene, se sostiene indefinidamente, se multiplica para no dar fin, para cavilar con su espacio, en su silencio. ¡Dale punto final! Me dijo el terapeuta. ¡Olvídalo, pero no! No escuché. No escucho. Menos a quien no sabe tampoco colocar un espacio y aparte, un puntillo o un guión y medio. Qué más da si cada coma es un reflejo de mi ego destrozado, de mis apegos interminables, de mi ruina moral y estética. A la literatura le vale madres que mi comitis me vaya a matar de un coraje, de depresión o indiferencia. Las comas persisten y sobreviven a mis ansías por aventarme en las oscuridades del punto final. Oscuridades que superficialmente parecen devoradoras, pero que en el fondo arrojan la iluminación de lo culminado, de la terminación del ciclo eterno. ¡Llévame punto! Arrástrame lejos de la influencia nefaria de este "amor" que no deja soñar de nuevo, que encadena al sitio envenenado, que me arroja al paisaje tóxico de su pendeja indiferencia. Anda punto, ve y mátalo con sus estúpidos recuerdos, ahógalo en el llanto de la nostalgia futura. ¡Dile! que sepa que el amor de su vida le espera, no en la realidad, sino en sus sueños enfermos, rotos de tanto acariciarlos.
El recuerdo anida horas que temen por su extinción. Las preservo como el tesoro brillante que fueron, aunque sin el lustre del presente deslucido. Te he perdido como he perdido la esperanza de recuperarte. Como he perdido la fuerza de esperarte, de tenerte, de sostenerte, de apuntalarme en ti, tú en mi, los dos en ambos. He perdido la añoranza de un futuro único. La nostalgia se adelanta, ronda, tiembla, roe, enmaraña, vomita, trastorna. Atiza el día, la noche, el crepúsculo. Temo su avance, su agonía. Temo perderte. Temo olvidarte. Temo no estar a tu lado. Sólo temo.
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