Declaratoria No. 10: El descolorido.
El zócalo desborda calor, ruido, palomas cagonas y hormigas que pretenden devorar raspados. Le compro uno de tamarindo y para mí otro de limón (por aquello de que lo agrio elimina lo agrio, según principio homeopático). Charlamos, nos tomamos fotos, retratamos cuanta cosa interesante encontramos bajo las grietas, platicamos banalidades y al final terminamos frente a la playa comiendo helado con el acompañamiento de las olas y los ojos perspicaces del público no invitado que se pregunta que hacen dos hombres sentados a la orilla del mar con un bote de azúcar congelada.
El crepúsculo asoma y la noche nos alcanza con manchas de chocolate en piel y ropa. Me mira con intensidad, haciéndome saber que tras esos ojos entrecerrados hay un mundo de cariño y dulzura, de amor incondicional parecido a un mundo de sueños. Los nombres anteriores desvanecen de la memoria y entonces descubro cuanto los había sobrevalorado, cuanto había subvalorado el mío. Las estrellas me inquietan. Invitan a querer, a perderse. Lo hacemos en un beso, en una caricia, en un repegar de cuerpos. El azul del mar se funde con el violeta del cielo. Imitándolos, nos fundimos en nuestros tonos, en un rango de tonalidades que no tienen principio ni fin.
2 comentarios:
Me gustaaaa!! Ya reportate más seguido.
wau pense que yo era la unica loca que veia mas alla de lo que esta ante mis ojos.....sabe algo parecido hice un tiempo y disfrute tanto de la escencia del mar a media noche que con solo recordarlo me transporto a ese bello momento....me encanto.
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